martes, 12 de octubre de 2010

Revolución Cubana

TEXTOS SOBRE LA REVOLUCIÓN CUBANA

A- CASTRO: “LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ”
".Dije que las segundas razones en que se basaba nuestra posi­bilidad de éxito eran de orden social, porque teníamos la seguridad de contar con el pueblo.
Cuando hablamos de pueblo no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cual­quier régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotis­mo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y trai­cionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre.
La primera condición de la sinceridad y de la buena fe en un pro­pósito, es hacer precisamente, lo que nadie hace, es decir, hablar con entera claridad y sin miedo. Los demagogos y los políticos de profe­sión obran el milagro de estar bien en todo y con todos, engañando necesariamente a todos en todo. Los revolucionarios han de proclamar sus ideas valientemente, definir sus principios y expresar sus intencio­nes para que nadie se engañe, ni amigos ni enemigos.
Nosotros llamarnos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honrada­mente, sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los
quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses en el año y pasan hambre el resto compar­tiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubie­ra tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros indus­triales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas con­quistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habi­taciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del pa­trón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agri­cultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es la suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas -como siervos feudales- una parte de sus productos, que no pueden amarlas, ni mejorarlas, ni embellecerlas, plantar un ce­dro o un naranjo, porque ignoran el día en que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruina­dos por la crisis y rematados por una plaga de funcionarios venales y filibusteros; a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenie­ros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etc., que salen de las aulas con sus títulos, deseosos de lucha y llenos de esperanza, para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica.
¡Ese es el pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto ca­paz de pelear con todo el coraje! A ese pueblo cuyos caminos están em­pedrados de engaños y falsas promesas no le íbamos a decir: "te vamos a dar, sino: ¡Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sea tuya la libertad y la felicidad!"
En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolu­cionarias que habrían sido proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel de Moncada y divulgadas por radio a la Nación...
La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla. .
La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembarga­ble e intransferible de la tierra a todos los colonos, subcolonos, arren­datarios, parceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propieta­rios en base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un pro­medio de diez años.
La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho de participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareras. Se exceptuaban las empresas meramente agríco­las en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implan­tarse.
La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta por ciento del rendimiento de la caña y la cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos quo llevasen tres años o más de establecidos.
La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causa­habientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o
abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especia­les con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país, o que operen en él, donde puedan ocultarse bienes malversados, y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospita­les, asilos y casas de beneficencia.
Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del Continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que opri­men a naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de la libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.
Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también fundamentales como la Reforma Agraria, la Reforma Integral de la Enseñanza, y la Nacionali­zación del Trust Eléctrico y el Trust Telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han birlado a la Hacienda Pública.
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.El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política.
Quizás luzca fría y teórica esta exposición si no se conoce la es­pantosa tragedia que está viviendo el país en estos seis órdenes, suma­da a la humillante opresión política.
El 85% de los pequeños agricultores cubanos están pagando ren­ta y viven bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas, están en manos extranjeras en Oriente, que es la provincia más ancha (las tie­rras de la United Fruit Company y la West Indian, unen la costa norte con la costa sur). Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar una vianda para sus hambrientos hi­jos; y, en cambio, permanecen sin cultivar en manos de poderosos in­tereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas. Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo, si el campo hizo la independencia, si la grandeza y prosperidad de nuestra Nación depen­den de un campesinado saludable y vigoroso que ame y sepa cultivar la tierra, de un Estado que lo proteja y oriente, ¿cómo es posible que con­tinúe este estado de cosas?
Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materias primas. Se ex­porta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para impor­tar zapatos, se exporta hierro para importar arados... Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, indus­trias químicas; que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias, para que puedan resis­tir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las conservas norteamericanas; que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera para las calendas griegas
Tan grave o peor es el problema de la vivienda. Hay en Cuba dos­cientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscien­tas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientos mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica Aquí ocurre lo mismo: si el Estado se propone rebajar los alquileres, los propietarios amenazan con paralizar todas las cons­trucciones; si el Estado se abstiene, construyen, mientras puedan perci­bir un tipa elevado de renta, después no colocan una piedra más aun­que el resto de la población viva a la intemperie; otro tanto hace el mo­nopolio eléctrico: extiende las líneas hasta el punto donde pueda perci­bir una utilidad satisfactoria, a partir de allí no le importa que las per­sonas vivan en las tinieblas por el resto de sus días. El Estado se cru­za de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz.
Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior en un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra ¿para qué quieren escuelas agrícolas? En una ciudad donde no hay industrias ¿para qué se quieren escuelas técnicas o industriales? Todo está dentro de fa misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas escuelas técnicas y de artes industriales; en Cuba, no pasan de seis, y los muchachos salen con sus títulos sin tener donde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos menos de la mitad de los niños en edad escolar, y muchas veces es el maestro el que tiene que adquirir con su propio sueldo el ma­terial necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?
De tanta miseria sólo es posible librarse con la muerte; y a eso sí los ayuda el Estado: a morir. El noventa por ciento los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las unas de los pies descalzos. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminal­mente indiferente ante el asesinato en masa que se comete en tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor y cuyos ojos inocentes -ya en ellos el brillo de la muerte- parecen mirar hacia lo infinito como pi­diendo perdón por el egoísmo humano y por que no caiga sobre los hom­bres la maldición de Dios.
Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año ¿con qué puede comprar ropa y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los treinta años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído diez millones de discursos y morirán al fin de miseria y decepción. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de su familia para que Cuba siga siempre igual o peor.
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Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y prime­ro se hundirá la Isla en el mar, antes que consintamos en ser esclavos de nadie.
Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!
Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es dig­no, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defen­diendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron
a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, que sería de tí si hubieran deja­do morir al Apóstol!
Termino mi defensa, pero no lo haré como hacen siempre los letra­dos, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión.
Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, pues es concebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de Presidente un criminal y un ladrón.
A los señores magistrados, mi sincera gratitud por haberme per­mitido expresarme libremente, sin mezquinas coacciones; no os guar­do rencor, reconozco que en ciertos aspectos habéis sido humanos y sé que el Presidente de este Tribunal, hombre de limpia vida, no puede disimular su repugnancia por el estado de cosas reinante que lo obliga a dictar un fallo injusto.
Queda todavía a la Audiencia un problema más grave: ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos, es decir, la mayor masa­cre que hemos conocido; los culpables siguen libres, con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos; si no cae sobre ellos todo el peso de la ley, por cobardía o por que se lo im­pidan, y no renuncian en pleno todos los magistrados, me apiado de vuestras honras y compadezco la mancha sin precedentes que caerá sobre el Poder Judicial.
En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensaña­miento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos.
¡Condenadme! ¡No importa! ¡La Historia me absolverá!"
(Tomado de D Elía, “Historia Contemporánea”, Tomo II, E.B.O. )

Ejercicios
1- ¿Quién es el “pueblo” para Fidel Castro?
2- Realiza una breve síntesis de las cinco medidas revolucionarias que pertenecen al programa revolucionario.
3- Realiza seis columnas, una con cada uno de los problemas de Cuba (tierra, industrialización, vivienda, desempleo, educación y salud). Llena las columnas con la información que te da el texto.

b- Cuba, Estados Unidos y la URSS según Hobsbawm
“[…] Aunque radical, ni Fidel ni sus camaradas eran comunistas, ni (a excepción de dos de ellos) admitían tener simpatías marxistas de ninguna clase. De hecho, el Partido Comunista cubano, el único partido comunista de masas en América Latina aparte del chileno, mostró poca simpatías hacia Fidel hasta que algunos de sus miembros se le unieron bastante tarde en su campaña. Las relaciones entre ellos eran glaciales. Los diplomáticos estadounidenses y sus asesores políticos discutían continuamente si el movimiento era o no pro comunista -si lo fuese, la CIA, que en 1954 había derrocado un gobierno reformista en Guatemala, sabría qué hacer-, pero decidieron finalmente que no lo era.
Sin embargo, todo empujaba al movimiento castrista en dirección al comunismo, desde la ideología revolucionaria general de quienes estaban prestos a sumarse a insurrecciones armadas guerrilleras, hasta el apasionado anticomunismo del imperialismo estadounidense en la década del senador Mc Carthy, que hizo que los rebeldes antiimperialistas latinoamericanos mira­ran a Marx con más simpatía. La guerra fría hizo el resto. Si el nuevo régi­men se oponía a los Estados Unidos, y seguramente se opondría aunque sólo fuera amenazando las inversiones estadounidenses en la isla, podía confiar en la segura simpatía y el apoyo de su gran antagonista. Además, la forma de gobernar de Fidel, con monólogos informales ante millones de personas, no era un modo adecuado para regir ni siquiera un pequeño país o una revolu­ción por mucho tiempo. Incluso el populismo necesita organización. El Par­tido Comunista era el único organismo del bando revolucionario que podía proporcionársela. Los dos se necesitaban y acabaron convergiendo. Sin embargo, en marzo de 1960, mucho antes de que Fidel descubriera que Cuba tenía que ser socialista y que él mismo era comunista, aunque a su manera, los Estados Unidos habían decidido tratarle como tal, y se autorizó a la CIA a preparar su derrocamiento (Thomas, 1971, p. 271). En 1961 lo intentaron mediante una invasión de exiliados en Bahía Cochinos, y fracasaron.”
(Hobsbawm, Eric, “Historia del siglo XX”, pág.438, Ed Crítica)

Ejercicios
1- ¿Cuáles son las razones que da el historiador para que Fidel se inclinara hacia el Partido Comunista y la URSS?
2- ¿Qué relación hay entre esta decisión y la Guerra Fría?

C- EL “CHE” Y LA REVOLUCIÓN
“Para el desarrollo y profundización de nuestra ideología –dice al respecto el Che- el imperialismo ha sido un factor muy importante; cada golpe que nos daba precisaba una respuesta; cada vez que reaccionaban los yanquis con su soberbia habitual, tomando algunas medidas contra Cuba, nosotros teníamos que tomar la contramedida necesaria y de esta manera iba profundizándose la revolución.”
(Tomado de Gérard Pierre- Charles, “Génesis de la revolución cubana”)
Ejercicios
1- Según el Che ¿De qué manera se profundizaba la revolución?
2- ¿A qué se refiere cuando dice “cada golpe que nos daba precisaba una respuesta”?
3- Compara la postura de los dos últimos textos: el de Hobsbawm y el de Guevara.

SITUACIÓN DE CUBA ANTES DE LA REVOLUCIÓN EN CIFRAS

A- Participación del azúcar en las exportaciones de Cuba

1914 54%
1927 88%

B- Producción de los ingenios norteamericanos en la producción de azúcar.

1906 15%
1920 48%
1928 75%

C- Origen de los ingenios. 1925: 175 total

Norteamericanos 75
Cubano- norteamericanos 14
Canadienses 10
Cubanos 76

D- Relación comercial entre Cuba y Estados Unidos

60% de las exportaciones cubanas hacia Estados Unidos
80% de las importaciones cubanas provenían de Estados Unidos

E- Participación del capital norteamericano en Cuba

Producción azucarera 60,3%
Energía eléctrica 90%
Ferrocarriles 50%
Explotación de recursos mineros: manganeso, hierro, cobre y niquel Monopolio


Ejercicios
1- Saca conclusiones sobre cada uno de los cuadros (expresa con tus palabras lo que significan).
2- Realiza una relación entre los cuadros A, B y C.
3- Después de leer todos los cuadros ¿Cuáles son los grandes problemas económicos que tiene Cuba?
4- ¿Qué tipo de relación económico tenía Cuba con Estados Unidos?

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