martes, 5 de octubre de 2010

Primera Guerra Mundial

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

“Al comenzar el verano de 1914, Europa vivía el esplendor de la Belle Époque. Nunca habían gozado sus habitantes de una mejor calidad de vida, de mayores libertades individuales y colectivas, de una economía tan próspera, de un optimismo tan abrumador ante los avances materiales de la ciencia y los progresos del espíritu humano. Había, ciertamente, desigualdades sociales, injusticia y explotación, incluso miseria en las capas menos favorecidas de la población. Y todo ello se traducía en conflictos sociales y políticos. Pero el orgullo de poseer una civilización superior a todas, de profesar la religión verdadera, de ser moralmente superiores, estaba muy presentes en los europeos y animaba su afán de dominar y colonizar otros espacios planetarios. Desde luego, para explotar sus recursos económicos y disfrutar de su mano de obra esclavizada, pero también -eso creía firmemente la mayoría- para llevar a los pueblos subyugados las luminarias de la civilización y el progreso y el consuelo de la fe cristiana.”
Pechorromán, J.G. “Magnicidio en Sarajevo. El pretexto.” En: “La aventura de la Historia”, número 69, 2004, pág.24

“(…) Ocurrió así, entre otras mil cosas, porque aquella Europa en paz y bien alimentada, se aburría. Wiston Churchill escribiría: “Satisfecha por la prosperidad material, las naciones se deslizaban impacientes hacia la guerra”. Una guerra que todos esperaban ganar.”
Solar, D., “No se quiso la paz ¡A sangre y fuego!” en: “La aventura de la Historia”, número 69, 2004, pág. 30.

“Lo que no calculó ninguno de los que la desencadenaron es que el mundo entero iba a quedar involucrado en una catástrofe de magnitudes inimaginables. Inmediatamente comenzó a combatirse en el este y en el oeste, en África y en el mar… Y, en otoño, Turquía se añadió a la refriega, iniciando operaciones contra Rusia y Egipto. Y todo empeoraría a partir de 1915, cuando Italia declaró la guerra a Austria-Hungría; cuando los anglofranceses atacaron Turquía en los Dardanelos; cuando canadienses, sudafricanos, neozelandeses, australianos y tropas procedente de todas las colonias británicas y francesas llegaron a Europa a pelear por sus metrópolis; cuando los árabes se lanzaron contra los turcos; cuando los submarinos alemanes declararon la guerra a todos cuanto traficaran con sus enemigos y, finalmente, en 1917 cuando los norteamericanos declararon la guerra a la Alianza.”
Solar, D., “No se quiso la paz ¡A sangre y fuego!” en: “La aventura de la Historia”, número 69, 2004, Págs. 30 y 31.

1- Realiza dos columnas: en una coloca las causas de la Primera Guerra Mundial y en la segunda coloca las características de la guerra extraída de los textos anteriores.


NOVEDADES EN LA GRAN GUERRA

Las mujeres en la guerra
La formidable movilización realizada por los países beligerantes convirtió a las mujeres en la primera fuerza de la retaguardia: fueron enfermeras – el 90 por 100 del personal de los hospitales- policías, oficinistas, conductoras de metro y autobús y, sobre todo, obreras en las fábricas. En 1918 trabajaban en Gran Bretaña 1.300.000 mujeres más que antes de la guerra, 700.000 de ellas ocupando puestos laborales que habían pertenecido a hombres, y otro tanto ocurría en Francia y en Alemania. Sólo en Berlín y en la industria de uniformes militares trabajaban 25.000 obreras. En el campo, su trabajo fue vital para la supervivencia de todos. Su decisiva participación en la guerra constituyó un extraordinario avance en la lucha por la igualdad de derechos.

¡Alarma, gas!
El 22 de abril de 1915, durante la batalla de Ypres, la artillería alemana comenzó a disparar granadas que no reventaban las trincheras, sino que despedían un humo amarillento... Era cloro... Dos divisiones aliadas se dispersaron, pero los militares germanos, tan sorprendidos por el resulta­do como los aliados, no aprovecharon la sorpresa. Cinco meses después, también los británicos comenzaron a emplear gases. Y se sucedieron los venenos: fosgeno, di­fosgeno, cloropicrina, ácido cianídrico, gas mostaza... Eran lacrimógenos, quemaban la piel y los pulmones, actuaban sobre el sistema central, paralizaban a los comba­tientes... Y, con ellos, se generalizó el em­pleo de máscaras antigás entre los comba­tientes. Su importancia psicológica fue enorme, su utilidad militar, pequeña.

Tanques y aviones
Una de las innovaciones de la guerra fue el empleo de aviones. Poco antes hubiera sido inimaginable que Alemania pudiera bom­bardear Inglaterra y, sin embargo, llegaron a realizar incursiones con 33 aparatos... es­caso número, de cualquier forma, cuando contaba con unos 4.000 aparatos. Había es­casa confianza en la aviación, aunque prestó importantes servicios de información y se convirtió en una especie de caballería vo­lante para perseguir al enemigo en retirada. El tanque lo inventaron los ingleses para superar el fuego de las ametralladoras ale­manas y debe su nombre al secreto de los fabricantes, que pedían chapa para tanques de agua o combustible. Fueron importan­tes en 1os primeros momentos, pero pasada 1a sorpresa se revelaron lentos, volumino­sos, torpes en los enjambres de embudos de los campos de batalla y muy vulnerables ante el fuego de la artillería.

Las trincheras
La característica militar más llamativa de la Gran Guerra fueron las trincheras. Los alemanes pensaron que sería una veloz guerra de movimientos: desde el 5 de agosto de 1914 al 6 de septiembre avanza­ron desde la frontera belga hasta el Marne, 250 kilómetros victoriosos que ponían Pa­rís a su alcance. Ahí se paró la carrera y co­menzó el espanto de las trincheras: duran­te cuatro años, millones de hombres com­batieron como topos sobre un territorio de menos de 50.000 kilómetros cuadrados.
Nunca antes ni después tan escasa porción de tierra fue regada por tanta sangre, gol­peada por tanta metralla, cruzada por tan­tas trincheras... Los zapadores removieron más de 300 millones de metros cúbicos de tierra para excavar 200.000 kilómetros de trincheras... donde se enterraron cuatro millones de vidas.

Solar, D., “No se quiso la paz ¡A sangre y fuego!” en: “La aventura de la Historia”, número 69, 2004, Págs. 38 y 39.

La guerra psicológica
Las privaciones (hubo tal falta de alimentos que se recu­rrió al racionamiento) y los sufrimientos de una guerra tan dura y tan larga, provocaron un gran malestar que estalló en motines entre las tropas o huelgas en la retaguardia, so­bre todo a partir del año 1917.
Los gobiernos recurrieron a diversos medios para man­tener el espíritu de guerra y evitar la desmoralización o el estallido de una revolución popular: una fuerte censura so­bre la prensa e incluso sobre la correspondencia de los sol­dados, la formación de gobiernos con representantes de todos los partidos políticos, la prohibición de huelgas o ma­nifestaciones pacifistas, unas campañas de propaganda de exaltación nacionalista en la prensa, la radio o carteles pu­blicitarios, una dura disciplina militar, etc.

El papel de la mujer.
La falta de mano de obra debido a que muchos obreros y campesinos fueron movilizados, obligó a recurrir al traba­jo de la mujer. Además de movilizarlas para el frente en servicios de la Cruz Roja, entraron en las fábricas de arma­mento (munitionettes), en los transportes, en el trabajo del campo (Women's Land Army, en la Gran Bretaña), etc.
La guerra inició el cambio de viejas estructuras sociales por lo que la mujer consiguió una mayor responsabilidad en el trabajo y una mayor independencia. Esto dio una gran fuerza a los movimientos sufragistas (suffragettes) que ob­tuvieron importantes éxitos (derecho al voto de la mujer: en la URSS, 1917; en Gran Bretaña, 1918; en Alemania y Austria, 1919; en Bélgica, 1920…)

Tiempo 3 Ciencias Sociales, Editorial Vinvens Vives, pág,204

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